Obispos y cónyuges se enteran de primera mano de la crisis de agua de Flint.

Un ministerio en la asediada ciudad encarna las promesas bautismales

Por Mary Frances Schjonberg
Posted Sep 19, 2016
Karen Weaver, alcaldesa de Flint, habla sobre la crisis de agua de la ciudad durante una sesión informativa en la iglesia episcopal de San Pablo. El obispo Todd Ousley, obispo de la Diócesis de Michigan Oriental, a la extrema derecha, y el Rdo. Dan Scheid, rector de San Pablo, organizaron el encuentro como la primera parada de un recorrido por los ministerios de la Iglesia Episcopal en Flint para los obispos, sus cónyuges y otras personas. También participaron el senador estatal Jim Ananich (D-Flint), líder de la minoría del Senado de Michigan, a la izquierda, y el Dr. Larry Reynolds, pediatra y miembro del Equipo Asesor sobre el Agua en Flint. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.

Karen Weaver, alcaldesa de Flint, habla sobre la crisis de agua de la ciudad durante una sesión informativa en la iglesia episcopal de San Pablo. El obispo Todd Ousley, obispo de la Diócesis de Michigan Oriental, a la extrema derecha, y el Rdo. Dan Scheid, rector de San Pablo, organizaron el encuentro como la primera parada de un recorrido por los ministerios de la Iglesia Episcopal en Flint para los obispos, sus cónyuges y otras personas. También participaron el senador estatal Jim Ananich (D-Flint), líder de la minoría del Senado de Michigan, a la izquierda, y el Dr. Larry Reynolds, pediatra y miembro del Equipo Asesor sobre el Agua en Flint. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.

[Episcopal News Service – Flint, Michigan] Aun antes de que la crisis hidráulica en Flint, Michigan, se convirtiera en una emergencia nacional a fines de enero, la Diócesis Episcopal de Michigan Oriental estaba distribuyendo agua y asociándose con otras iglesias y agrupaciones para responder a lo que el obispo Todd Ousley llamó “el abandono sistemático e intencional” de los residentes de la ciudad por parte del gobierno.

En Flint, como en muchas de las partes de Michigan que padecen el deterioro de la industria automotriz, “hay una constante y sistemática ignorancia de los apuros de las personas [que viven] en la pobreza y de las personas de color”, dijo Ousley a un grupo de obispos, sus cónyuges y otras personas que lo acompañaron en un viaje a Flint el 17 de septiembre.

Un sesenta por ciento de los aproximadamente 96.000 residentes de la ciudad son afroamericanos y un 41,6 de los residentes de Flint viven por debajo del umbral de la pobreza, uno de los índices de pobreza más altos en Estados Unidos.

La Iglesia Episcopal en Michigan Oriental reconoció que fue llamada a responder a las necesidades humanas en Flint y que la respuesta se convirtió en evangelización activa, dijo Ousley. Y los episcopales respondieron “en relación con las personas que nos dicen cuáles son sus preocupaciones y necesidades”, afirmó.

El viaje del 17 de septiembre fue parte del programa de la reunión de la Cámara de Obispos que sesiona del 15 al 20 de septiembre en la vecina Detroit.

La crisis hidráulica se ha convertido para los episcopales de Michigan Oriental en una manera de “vivir deliberadamente el Pacto Bautismal de una manera a la que no nos habíamos tenido que enfrentar en el pasado”, dijo Ousley.

El llamado a socorrer las necesidades de los residentes de Flint en el corto plazo, y a abogar por soluciones y cambios sistémicos a largo plazo, es lo que Ousley llamó una “clara intersección” de todas las promesas del Pacto Bautismal.

“Uno no podría decir que esto es sólo un problema de justicia o que esto es sólo un problema de dignidad”, dijo él. “Está enfrascado en la totalidad del Pacto Bautismal”.

El Rdo. Dan Scheid, rector de la iglesia episcopal de San Pablo en Flint, presenta a Danielle Brown, directora ejecutiva del Centro Cristo para la Superación, quien habló acerca de cómo Flint necesita a personas inspiradas a ministrar y que también sepan o estén dispuestas a aprender acerca de las necesidades de la ciudad. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.

El Rdo. Dan Scheid, rector de la iglesia episcopal de San Pablo en Flint, presenta a Danielle Brown, directora ejecutiva del Centro Cristo para la Superación, quien habló acerca de cómo Flint necesita a personas inspiradas a ministrar y que también sepan o estén dispuestas a aprender acerca de las necesidades de la ciudad. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.

O, en las palabras de Danielle Brown, directora ejecutiva del Centro Cristo para la Superación [Christ Enrichment Center] “no puedes tirar por la borda a toda una ciudad en mi presencia”.

Pero “tirar por la borda a una ciudad” es lo que Ousley dijo que ha estado sucediendo en Flint durante décadas.

Michigan ha tenido durante mucho tiempo la reputación de haber sido líder del movimiento antiesclavista, y posteriormente de crear una movilidad ascensional sin precedentes para los afroamericanos, dijo Ousley. “Pero también tiene el historial de ser, no obstante, uno de los campos de actuación de la dominación blanca y de la reconfiguración de la esclavitud”, señaló él.

Ousley arguyó que la migración de afroamericanos a Michigan después de la segunda guerra mundial se produjo en una era cuando los trabajadores blancos de la industria automotriz o bien pasaban a la gerencia de la industria o se iban en busca de empleos a otra parte.

En tanto la industria automotriz de EE.UU. comenzaba su decadencia de décadas, Flint se vio afectada económicamente y al final perdió más de la mitad de sus residentes.

Mientras tanto, la necesidad de un suministro de agua potable en Flint se ignoró durante años, dijo Ousley, mientras General Motors descargaba “miles de millones de galones de desechos en el río Flint, que era el suministro de agua potable de la ciudad”. Según Ousley, el río llegó a estar tan contaminado que los funcionarios municipales de Flint comenzaron a tener acceso al acueducto de Detroit. El preció que Detroit cobraba hizo de las tasas de agua de Flint las más elevadas del país.

Ousley dijo también que él ve la historia de Flint, en parte, como muestra de un racismo ambiental [que responde] a un antiguo patrón de localizar a personas de color en zonas donde era probable que hubiera un alto nivel de contaminación en el suelo y en las vías fluviales”.

Hay ahora hectáreas de terrenos abandonados en Flint donde se alzaron alguna vez las fábricas de automóviles de GM y la fuerza laboral de la GM en Flint ha descendido de 80.000 obreros a unos 5.000. Según la base impositiva declinaba, los funcionarios municipales, y más recientemente los administradores de emergencia nombrados por el gobernador y con poderes casi ilimitados, comenzaron a vender bienes municipales para pagar las facturas.

“Nos han despojado de todo”, dijo la alcaldesa Karen Weaver al grupo durante la escala en la iglesia episcopal de San Pablo [St. Paul’s Episcopal Church] en el centro de Flint.

La iglesia episcopal de San Pablo, que se convirtió en un centro de distribución de agua, es un ejemplo de cómo esas fuerzas económicas jugaron con las vidas de la gente. General Motors se fundó en Flint y sólo más tarde se mudó al sureste de Detroit. A San Pablo una vez se le conoció como “los directivos de General Motors en oración”, dijo Ousley.

Ahora, la parroquia es “una sombra de lo que fue una vez” en términos de finanzas y miembros, pero tiene un rico legado de dotaciones de esos miembros del pasado. Esas dotaciones contribuyen a su ministerio con los residentes de Flint que se han quedado a la zaga.

En abril de 2014, el administrador de emergencias de Flint, en una medida para ahorrar dinero, ordenó que el suministro de agua pasara temporalmente del acueducto de Detroit al del río Flint hasta que Flint pudiera construir su propio acueducto para traer el agua del lago Hurón, que le suministra el agua a Detroit. Al mismo tiempo, el administrador de emergencia, buscando ahorrar $100 diarios, ordenó que el agua no fuese tratada con un producto químico para evitar que pasara plomo de las cañerías al agua que corría por ellas. Según el New York Times, el estado le había dicho, equivocadamente, a los funcionarios [municipales] de Flint que las ordenanzas federales no exigían el tratamiento con productos químicos,

A esto siguió luego una serie de pruebas falsificadas, de advertencias que fueron ignoradas y de denuncias de los residentes de decoloración y mal olor en el agua, así como de erupciones en la piel, que fueron desestimadas. En octubre de 2014, General Motors cambió el suministro de agua para sus restantes operaciones en Flint para el lago Hurón, porque el agua de Flint estaba corroyendo las piezas de metal en sus fábricas.

Mucho antes de que los funcionarios locales volvieran a cambiar de nuevo el agua de la ciudad para el sistema del acueducto de Detroit y se retractaran de las garantías [que habían dado] sobre la calidad del agua de Flint, las iglesias y otras organizaciones comunitarias se pusieron a trabajar.

“La gracia de Dios pasó a vuelo de pájaro por este lugar” al día siguiente de que la crisis de agua de Flint llegara a ser evidente, dijo Craig Leavitt, obrero metalúrgico de General Motors y actual guardián menor de San Pablo que dirige el Ministerio Comunitario Multicultural del Centro Urbano de Flint. Leavitt habló en la iglesia episcopal de San Andrés en el este de la ciudad, a un grupo de obispos, sus cónyuges y otras personas que estaban haciendo un recorrido por los sitios del ministerio de la Iglesia Episcopal en Flint. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.

“La gracia de Dios pasó a vuelo de pájaro por este lugar” al día siguiente de que la crisis de agua de Flint llegara a ser evidente, dijo Craig Leavitt, obrero metalúrgico de General Motors y actual guardián menor de San Pablo que dirige el Ministerio Comunitario Multicultural del Centro Urbano de Flint. Leavitt habló en la iglesia episcopal de San Andrés en el este de la ciudad, a un grupo de obispos, sus cónyuges y otras personas que estaban haciendo un recorrido por los sitios del ministerio de la Iglesia Episcopal en Flint. Foto de Mary Frances Schjonberg/ENS.

La Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo respondió enseguida y resultó asombroso, según Craig Leavitt, ex obrero metalúrgico de GM y actual guardián menor de San Pablo, que dirige el Ministerio Comunitario Multicultural del Centro Urbano [Downtown Crossover Outreach Ministry] de Flint.

“Casi antes de que (la alcaldesa de Flint) Karen Weaver abriera la boca para decir que teníamos plomo en el agua, ellos estaban aquí”, le dijo él al grupo durante su escala en la iglesia episcopal de San Andrés [St. Andrew’s Episcopal Church] en la parte este de la ciudad.

También llegaron subvenciones de las diócesis de Michigan Oriental y Michigan Occidental, y donaciones provenientes de parroquias del bajo Michigan. San Pablo se asoció con San Andrés y con el Centro Cristo para la Superación, junto con otras organizaciones, para brindarles a los residentes acceso al agua potable. El flujo de donaciones fue tremendo y, según dijo Ousley “probablemente tengamos suficiente agua embotellada para sobrevivir durante décadas”.

Las colaboraciones que se forjaron en esos tiempos se mantienen ahora concentradas en las necesidades permanentes de décadas futuras. Esas necesidades incluyen acceso a la educación y a los llamados alimentos que mitigan los efectos del plomo, así como asesoría espiritual y psicológica. El Centro Cristo para la Superación, fundado por congregaciones episcopales vecinas, se encuentra a la vanguardia en responder a muchos de los necesitados de educación y apoyo.

Existe también la interrogante de cómo los residentes de Flint pueden afrontar el costo de remplazar las cañerías del agua de sus casas que se han visto irreversiblemente afectadas por la corrosión. Incluso los residentes que cuentan con el dinero para hacerlo, estarían invirtiendo en una casa que vale menos de la mitad de lo que valía en 2008, apuntó Ousley.

Y existe otra necesidad, le dijo Weaver al grupo en San Pablo: esperanza, signos visibles de esperanza. El municipio ha comenzado a reemplazar las cañerías dañadas en la parte municipal del acueducto y esa obra está ofreciendo un destello de esa esperanza. Todas las casas han podido conseguir un filtro de agua, pero los filtros están instalados en las cocinas, dijo Weaver, no en los baños, y, por consiguiente, la mayoría de las personas no tiene agua filtrada para bañarse. Los indigentes aún pasan trabajo para encontrar agua potable, añadió ella.

Y persiste la desconfianza. A los residentes les dijeron durante meses que el agua era buena, ¿cómo van a creer en esas garantías ahora?, preguntó Weaver.

Entre tanto, el Senado de EE.UU. dio un pequeño paso la semana pasada para ayudar a Flint. El 15 de septiembre, en una votación de 95 a 3, aprobó la Ley de Desarrollo de Recursos Hidráulicos que autoriza a gastar $270 millones para ayudar a Flint y a otras comunidades pobres que se han visto afectadas por el agua contaminada con plomo. Es una suma útil, le dijo al grupo Jim Ananich (D-Flint) y líder de la minoría del Senado de Michigan, pero sigue siendo una “gota en el cubo” si se le compara con lo que su ciudad necesita.

Sin embargo, el proyecto de ley no incluye ninguna financiación inmediata y, en su lugar, aprueba proyectos para futuros gastos federales de los comités de asignaciones del Congreso. La Cámara de Representantes aún no ha votado sobre el proyecto de ley y su versión no incluye a Flint, aunque los que respaldan su inclusión están tratando de remediar eso.

Enfrentar el futuro de Flint conllevará fe combinada con experiencia, dijo Brown, directora del Centro Cristo de Superación, quien le dijo al grupo que ella no es episcopal, pero que acude a hacer su trabajo con el fervor de una evangelista.

“Estoy entrenada como una profesional de servicios humanos, pero soy también una santa de Dios”, y agregó, “si ustedes tienen una pasión de servir al pueblo de Dios y saben qué hacer, o tienen un deseo de aprender a hacerlo o incluso de traer a personas que sepan hacerlo, luego colaborativamente pueden ver en verdad algún espléndido éxito dentro del ministerio”.

Ousley dijo que hace cinco años cuando Brown ocupó la presidencia del centro, el futuro del mismo era dudoso debido a una administración inepta, una falta de capacidad para hacer el trabajo esperado y conflictos entre y dentro de las iglesias episcopales que auspiciaban el centro. “Pero había lealtad”, añadió él, y Brown aportó “gran sacrificio y creatividad” —y calma cuando el cielorraso de su oficina le cayó encima. Revivir el centro significó repensar la colaboración congregacional y diocesana, apuntó Ousley.

Para él, el crecimiento del centro en el ministerio es un símbolo de la respuesta de la diócesis a la crisis de Flint.

“No doy gracias por la crisis del agua, sino por la oportunidad de ser la Iglesia en medio de esa crisis que nos ha fortalecido como Iglesia y como cristianos individuales”, afirmó.

– La Rda. Mary Frances Schjonberg es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.


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