Del fondo de las aguas: La Costa del Golfo y la Iglesia Episcopal recuerdan al Katrina

Pérdida trágica, traición enorme y nuevas alianzas dejó a su paso la tormenta

Por Mary Frances Schjonberg
Posted Sep 8, 2015

San Marcos, Gulfport, seis días después del huracán Katrina

[Episcopal News Service – Costa del Golfo] Era domingo; sólo seis días después de que el huracán Katrina hubiera dejado una senda de muerte y destrucción a través de la costa del golfo de Luisiana y Misisipí. Era la hora de la Iglesia.

No importa que Katrina hubiese barrido el edificio conocido como iglesia episcopal de San Marcos [St. Mark’s Episcopal Church] en Gulfport de su terreno junto al mar. El Rdo. James Roberts (“Bo”) no había dejado de celebrar un solo oficio dominical desde que se convirtiera en rector, en abril de 1969, de la iglesia que entonces tenía 123 años, antes de que el huracán Camille arrancará el edificio de sus cimientos en agosto de ese año.

Y así, el 3 de septiembre, domingo del fin de semana del Día del Trabajo, el cartel en una tabla de resina sintética en la Avenida Church llena de escombros —justo al norte del East Beach Boulevard cubierto de arena— decía “¡Aquí! Misa a las 9:30. Traiga una silla”.

Roberts, nativo de la Costa del Golfo, pasó el Camille en su casa, aunque casi se muere. Él también se quedó para el Katrina.

“La razón por la que me quedo es porque no puedo regresar después de las tormentas”, dijo a los reporteros ese domingo después del Katrina. “Quería estar donde pudiera atender a mi gente y estar a disposición de ellos. Si alguno de ellos fuera a morir, quería estar aquí para esa circunstancia también”.

El huracán Katrina tocó tierra a lo largo de la costa del Golfo dos veces el 29 de agosto, una vez cerca de Buras, Luisiana, inmediatamente después de las 8 A.M., hora local, con vientos de una intensidad máxima de 200 kph., y luego cerca de la frontera entre Luisiana y Misisipí unas tres horas más tarde, con vientos ligeramente atenuados. La tormenta provocó un oleaje de 7 a 8,5 metros a lo largo de la costa de Misisipí y de 3 a 6 metros a lo largo de la costa sudoriental de Luisiana. En Misisipí los daños ocasionados por la marejada se extendieron al menos 8 kilómetros y hasta 16 kilómetros a lo largo de los ríos y las bahías costeros.

En Gulfport, Misisipí, y a todo lo largo de la Costa del Golfo, el huracán Katrina empujó una pared de agua de 7 a 8 metros al menos 8 kilómetros tierra adentro. Foto de la Agencia Federal para el Control de Emergencias.

En Gulfport, Misisipí, y a todo lo largo de la Costa del Golfo, el huracán Katrina empujó una pared de agua de 7 a 8 metros al menos 8 kilómetros tierra adentro. Foto de la Agencia Federal para el Control de Emergencias.

El Rdo. Christopher Colby —que era el rector de la iglesia episcopal de La Trinidad [Trinity Episcopal Church] en Pass Christian, Misisipí, cuando Katrina arrasó casi toda la estructura del inmueble de la iglesia y destruyó otros cuatro edificios— recuerda al decir misa, a las 8:00 A. M. del 29 de agosto, “haberme preguntado qué quedaría en pie y sentir un miedo increíble”. Él y algunos feligreses trataron de sacar del reciento tantas cosas como fueron posible antes de evacuar.

“Estábamos contemplando el final”, dijo el Rdo. Rev. Wayne Ray, que era entonces el rector de la iglesia episcopal de San Juan [St. John’s Episcopal Church] en Ocean Springs, Misisipí

La iglesia gótica de madera “resistió toda la furia de Katrina”, pero su casa resultó destruida por [la acción conjunta de] 45 centímetros de agua y la caída de tres gigantescos robles.

Casi tan perjudicial como el daño físico fue el “enorme sensación de traición” que sintieron muchos residentes de la Costa del Golfo respecto al mar que casi formaba parte de la familia y del cual muchos se ganaban la vida, según dice el Rdo. Rev. Dennis Ryan, antiguo rector of la iglesia episcopal de San Juan [en ] Pascagoula, Misisipí, que resultó seriamente afectada, aunque no destruida, por la tormenta. “De repente, esta hermana que nos había alimentado, se volvió contra nosotros y nos mató, literalmente nos mató”, dijo él.

Aun hoy, muchas personas creen “que no puede confiarse 100 por ciento en la extensión de agua, y que cuando haya indicios de salir, es mejor irse”, afirmó.

Duncan Gray III, que era entonces obispo de Misisipí, y Charles Jenkins, su homólogo en ese momento en Luisiana, hablaron por teléfono poco después de la tormenta. “Sólo tenía alguna vaga información, pero pensé que perderíamos varias iglesias —no sabía cuántas”, recordaba Gray recientemente. “Y uno dijo ‘bueno, creo que hemos evadido los daños”.

Más de 50 roturas en los diques que prevenían que el agua entrara en Nueva Orleáns fueron responsables del 80 por ciento de las inundaciones del área metropolitana el 29 de agosto de 2005. Foto de Jocelyn Augustino/Agencia Federal de Control de Emergencias.

Más de 50 roturas en los diques que prevenían que el agua entrara en Nueva Orleáns fueron responsables del 80 por ciento de las inundaciones del área metropolitana el 29 de agosto de 2005. Foto de Jocelyn Augustino/Agencia Federal de Control de Emergencias.

“Exacto”, dijo Jenkins. “Entonces, por supuesto, los diques se rompieron. Y la ciudad se inundó.

“Y en ese momento sentí como si mi ministerio se lo hubiera llevado el agua.

Hubo casi 50 roturas en los diques que protegían el área metropolitana de Nueva Orleáns del agua que la rodeaba. Para el 31 de agosto, casi el 80 por ciento de la ciudad y sus suburbios orientales estaban cubiertos hasta por 6 metros de agua que no vino a drenarse hasta octubre.

El mundo presenció las imágenes televisadas de la horrible desesperación del 10 al 20 por ciento de los residentes de la ciudad que no pudieron o no quisieron evacuar, al tiempo que la respuesta gubernamental a la tormenta falló a niveles desastrosos. La tormenta expuso de otra manera las divisiones raciales de la ciudad. Dos años después de la tormenta, la revista TIME informaba que aún seguían pendientes las denuncias de discriminación racial que se multiplicaron durante la chapucera respuesta al Katrina.

Millares de personas sentadas en los techos de Nueva Orleáns el 30 de agosto de 2005, pidiendo que los rescataran después que las roturas de los diques inundaran la ciudad hasta con 6 metros de agua. Foto de Jocelyn Augustino/Agencia Federal de Control de Emergencias.

Millares de personas sentadas en los techos de Nueva Orleáns el 30 de agosto de 2005, pidiendo que los rescataran después que las roturas de los diques inundaran la ciudad hasta con 6 metros de agua. Foto de Jocelyn Augustino/Agencia Federal de Control de Emergencias.

Según el Centro Nacional de Huracanes, Katrina fue uno de los huracanes más devastadores de la historia de EE.UU., y el que causara la mayor mortandad en el país desde el huracán de Palm Beach y el lago Okeechobee de septiembre de1928. Katrina fue directamente responsable de aproximadamente 1.300 muertes en Luisiana (la mayoría personas mayores de sesenta años) y de 200 en Misisipí, según un informe del Centro. Fue el cuarto o quinto huracán en número de víctimas fatales en la historia de EE.UU., después del que azotó a Galveston, Texas, en 1900 y le causó la muerte a unas 8.000 personas y el de Pal Beach-lago Okeechobee que dejó más de 2.500 muertos. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica dice que dos huracanes en 1893 causaron casi el mismo número de muertes que el Katrina.

La Iglesia Episcopal entró en acción cuando la tormenta comenzaba a azotar el norte en el interior de Estados Unidos. La Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo envió inmediatamente fondos de emergencia a las diócesis de Costa del Golfo Central, Luisiana, Misisipí y Luisiana Occidental para ayudar a las necesidades perentorias tales como alimentos, albergue y suministros médicos.

Si bien se calcula que más de 1 millón de personas salieron de Nueva Orleáns en los días que precedieron a la llegada del huracán Katrina, entre 100.000 y 200.000 personas no pudieron o no quisieron salir. Estas se vieron abandonadas cuando fallaron los socorros. Foto de Win Henderson/ Agencia Federal de Control de Emergencias.

Si bien se calcula que más de 1 millón de personas salieron de Nueva Orleáns en los días que precedieron a la llegada del huracán Katrina, entre 100.000 y 200.000 personas no pudieron o no quisieron salir. Estas se vieron abandonadas cuando fallaron los socorros. Foto de Win Henderson/ Agencia Federal de Control de Emergencias.

Robert Radtke, presidente de la Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo, había comenzado a trabajar para la organización el mes antes y no era entonces, por confesión propia, un experto en la respuesta a desastres. Él y el personal [de la agencia] monitorearon el avance de la tormenta, poniéndose al habla anticipadamente con las diócesis que podrían resultar afectadas. “Katrina estuvo más allá de lo que cualquiera podría imaginar”, dijo él recientemente.

El obispo Jenkins, de Luisiana, llamó a Radtke, pidiéndole que fuera a reunirse con él en Baton Rouge, al norte de Nueva Orleáns, donde el personal diocesano estaba intentando reagruparse.

“Esto no tenía precedentes. La Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo no es de las que realiza operaciones sobre el terreno”, dijo Radtke. “No lo éramos entonces y en verdad no lo somos hoy en muchos sentidos, pero me dejé llevar por mis instintos, que me decían que debía ir y estar con él”.

En los días que siguieron, la organización ayudó a que la diócesis a crear una respuesta. “Las relaciones que establecimos se mantienen hasta la fecha”, apuntó.

Diócesis, congregaciones, episcopales individuales y anglicanos de todas partes de la Comunión Anglicana empezaron a preguntar que podían hacer para ayudar. Algunas de esas relaciones que se crearon a través de la Iglesia, relaciones que superando fronteras geográficas y teológicas, existen hasta el día de hoy, 10 años más tarde.

Jenkins definió este flujo [de solidaridad] como “increíble”, acentuado aún más por el hecho de que el azote del Katrina llegaba dos años después de que la Comunión resultara sacudida por la decisión de la Convención General de reconocer que las bendiciones a parejas del mismo sexo eran parte de la vida de la Iglesia y de su asentimiento oficial a la elección episcopal de la Diócesis de Nuevo Hampshire de Gene Robinson, un sacerdote abiertamente homosexual que vivía con su pareja.

Jenkins calificó de “increíble” esta muestra de ayuda solidaria, y añadió que los donantes no preguntaban si los beneficiarios de sus donaciones era política, teológica o litúrgicamente liberales o conservadores.

“No quiero que nos olvidemos del flujo generoso no sólo de la Iglesia Episcopal y de las decenas de miles de voluntarios que vinieron aquí”, dijo él. “Somos una familia. Somos una familia que a veces discrepa, y discrepa de manera vehemente, pero, cuando llega la hora, seguimos siendo una familia”.

Gray se mostró de acuerdo, añadiendo que en 2006, cada una de las seis congregaciones de Misisipí que habían perdido sus edificios recaudaron el porcentaje de su contribución a la diócesis, “porque habían experimentado lo que significaba ser una sola Iglesia, relacionada de la manera que Charles mencionaba.

“Cuando estamos quebrantados hay un acceso a la gracia que no conocemos cuando estamos fuertes, y de repente la gracia comienza a inundar todas las partes de nuestras vidas y mi parte crítica resulta tan quebrantada como la Iglesia”, apuntó.

Según la furia de Katrina empezó a ceder, Episcopal News Service comenzó su cobertura de la respuesta de la Iglesia. Matthew Davies, reportero de ENS, estaba en la iglesia de San Marcos, en Gulfport, el primer domingo después de la tormenta. El vídeo que aparece arriba proviene del metraje que él grabó esa mañana.

Hoy y por la próxima semana, ENS estará rememorando al Katrina y rastreando cómo la respuesta de la Iglesia a la tormenta ha evolucionado a lo largo de los últimos diez años, y cómo ese ministerio ha ayudado a transformar a las comunidades a las que sirve la Iglesia.

– La Rda Mary Frances Schjonberg es redactora y reportera de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri.


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